martes, 7 de agosto de 2007

Todos buscamos la ventaja

Y si seguimos así, todos vamos a salir jodidos. Porque buscando la ventaja propia, atentamos contra lo justo para los demás y en ese perjuicio nos vemos involucrados.

Voy a poner 2 ejemplitos fáciles, uno para un lado y el otro para el otro.

Los trabajadores nos quejamos de que los empresarios nos negrean y los empresarios se quejan de que los trabajadores son unos vagos. Así, cortito y al pie. No me vengan con que "yo no" porque todos, de una manera y otra, en un momento u otro, hemos lanzado un comentario similar.

Ahora vamos a ver cómo cada uno se perjudica intentando, en un afán tonto de venganza, perjudiar al otro.

Por mi barrio, como por casi todos los barrios, cada tanto aparecen las consabidas "sábanas" con las ofertas de algún supermercado de barrio, o de grandes cadenas o simplemente de grandes comercios que optan por esa forma de publicidad. Los responsables del control de la distribución saben que hay que controlar a los repartidores, porque éstos prefieren deshacerse del material y ponerse a boludear, antes que cumplir con el "duro" trabajo de pasarlo por debajo de las puertas.

Toda empresa que decida hacer publicidad a través de volantes tiene que vivir la situación de encontrar el material, que tanto dinero cuesta, tirado en una volqueta, lo que los hace pensar 2 veces antes de intentar una campaña publicitaria a través de ese medio. Cuando el empresario se decide a no realizar una campaña con volantes, muchos posibles empleados no tienen trabajo.

Veamos, entonces, la otra cara de la moneda.

Porque por mi barrio también hay algunas casas financieras, que se dedican a ofrecer créditos, y que también utilizan la modalidad de promoción mediante volantes. El incentivo que les proponen a las promotoras para lograr que efectivamente sus volantes lleguen a las manos de los transeúntes es decirles que por cada cliente que entre a solicitar un crédito con un volante de su propiedad, recibirán una comisión. Cada folleto tiene lugar para colocar el nombre de la promotora.

Y he aquí un hecho puntual: una señora recibe uno de estos volantes y se dirige a la oficina en cuestión, diciendo que le habían entregado ese volante en la calle y que la chica le dijo que hiciera referencia a él. "No tenemos idea de qué se trata" –le dijeron– "pero, ¿en qué podemos ayudarla". ¡Tomá pa'vos y pa'tu tía Gregoria! ¿Así que no saben de qué se trata? ¡Mirá vos! O sea que se "saltean" olímpicamente la comisión de la promotora, quien sigue trabajando por el mísero sueldo fijo que le prometieron.

Estoy seguro que le prometieron que su sueldo estaría compuesto por una parte fija y otra porcentual, producto de los clientes que se acercaran a solicitar el crédito, haciendo hincapié en que "El fijo no es mucho, pero hay muchos créditos por día. Fijate cómo están de llenas las oficinas!". Por supuesto, que tomando en cuenta la situación crítica que se vive, los créditos están a la orden del día, pero no así las comisiones que les prometen a la gente que, honestamente, está tratando de ganarse la vida.

¿A qué reflexión nos lleva esto? Mientras no hay trabajo y la gente tiene que buscar en conseguir cualquier cosa, y ese cualquier cosa incluye el tener que endurecerse de frío en una esquina tratando de que alguien tome un volante, los empresarios (o peor, los empleados de los empresarios) omiten pagar lo que corresponde, y eso lleva a que la gente abandone ese trabajo y busque otro quizás peor. No hay progreso para ninguna de las dos partes.

Porque esto de no contar con trabajadores efectivos, hace que la empresa nunca pueda confiar en sus promotoras, y tenga que estar siempre tomando nuevo personal, lo que implica avisos nuevos y viva siempre un estado de inestabilidad. La contrapartida es obvia: los trabajadores no confían en las empresas para las que trabajan, tienen que ir de una empresa a la otra, y viven la misma inestabilidad.

¿No sería mejor que cada uno hiciera bien su parte?