miércoles, 6 de junio de 2007

Tienes derecho

Tienes derecho a enfadarte, pero no debes pisotear la dignidad del otro.

Tienes derecho a sentir celos del triunfo de los demás, pero no debes desearles mal.

Tienes derecho a caer, pero no debes quedarte tirado.

Tienes derecho a fracasar, pero no debes sentirte derrotado.

Tienes derecho a equivocarte, pero no debes sentir lástima de ti mismo.

Tienes derecho a regañar a tus hijos, pero no debes romper sus ilusiones.

Tienes derecho a tener un mal día, pero no debes permitir que se convierta en costumbre.

Tienes derecho a ser feliz, pero no debes olvidar ser agradecido.

Tienes derecho a pensar en el futuro, pero no debes olvidar el presente.

Tienes derecho a buscar tu superación, pero no debes olvidar tus valores.

Tienes derecho a triunfar, pero no debe ser a costa de otros.

Tienes derecho a vivir en paz, pero no debes confundir ese derecho con ser mediocre o conformista.

Tienes derecho a vivir en la opulencia, pero no debes olvidar compartir con los menos afortunados.

Tienes derecho a desanimarte, pero no debes perder la esperanza.

Esto que he recibido hace algunos días, que no tenía más sentido que el de muchos otros mensajes-cadena que recibimos de nuestros bienintencionados amigos, se hace particularmente importante para mí en el día de hoy, así que simplemente me contento con compartirlo con Uds., mis amigos, con la confesa esperanza de de que también les llegue en el momento justo.

Cada día nos depara ilusiones, decepciones, alegrías y desencuentros. Quiera... sea quien sea aquel a quien le oras... que mañana sea tu mejor día, que mañana te presente todas las dificultades que te permiten sentir que estás vivo.

Hoy, alguien cercano se está debatiendo entre la vida y la muerte... y esta última, como siempre, lleva la ventaja.

A su alrededor hay gente bien, como siempre sucede con la gente bien. Hay una hija, muy pequeña, que pregunta cada vez más seguido cómo está su mamá, presagiando en los rostros de los demás la cercanía de algo diferente, desconocido, inexorable y, para ella, para nada bueno.

¡Y nosotros nos preocupamos por el dinero! ¡Qué pelotudos!

O estamos enemistados con un pariente desde hace tantos años que ya no nos acordamos bien cuál fue el motivo de la discusión. O nos desvelamos desvariando filosóficamente durante horas quitadas a nuestras familias, acerca de los problemas de los derechos de televisación del campeonato uruguayo. O tratamos de ponerle la pata en la cabeza a un compañero de trabajo para poder levantar la nariz por encima del nivel de la mierda que nos invade...

Hoy tuve muchos problemas.

Tuve la suerte, sin embargo, de llevar a mi hijo de la mano, después de una semana de locos. Y mientras me contaba lo que vio en el zoológico y me aturdía con 10 preguntas por minuto a las cuales yo no podía responder, mi mente seguía pensando en que hoy... yo había tenido muchos problemas.

Pero ahora, al tomar de nuevo conciencia de que hay una niñita que no sabe que su mamá pronto partirá de este mundo para no volver, sólo me quedará pensar que esos problemas eran tan pequeños que no valió la pena que no le diese la debida atención de mi hijo, cuando él lo solicitaba.

Por eso, amigo, ¡sofrene un poco el galope!... Que se va perder de ver las flores a la vera del camino.

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